La coerción que nos construye.

El funcionamiento actual del mundo, con sus dinámicas socioculturales, políticas y económicas se sostiene y perpetúa gracias a estructuras de dominación. La dominación es la imposición de un modo de existir; de ser, de desear, de pensar, de construir la moral y las reglas, de concebir al mundo y su funcionamiento. Logra ejercerse por diversos medios de coerción; puede ir desde lo sutil con un sistema de recompensas residuo o residuales como lo son las normatividades, hasta estrategias más tajantes, que dominan a través del terror, la  violencia, la marginación, deshumanización, etc., como los sistemas de opresión.

Los sistemas de opresión son un conjunto de dinámicas y condiciones socioculturales que categorizan y jerarquizan el valor de la vida humana en función de su identidad personal o colectiva, justificando así la distribución desigual del poder que hace posible el sometimiento de un grupo sobre otro.

Pero los sistemas de opresión no se sostienen por sí mismos, existen gracias a las normatividades, aquellas que moldean a las personas para que sean funcionales a los sistemas de opresión y así la dominación pueda perpetuarse.

Las normatividades no ejercen un abuso explícito, más bien llevan a cabo una labor de convencimiento a través de un sistema de recompensas residuales, es decir, sólo un limitado grupo  de personas que ocupan posiciones significativas de poder gozan genuinamente de todos los beneficios que resultan de la dominación, mientras el resto de la población que de hecho resulta perjudicada en estás dinámicas sociales obtiene una recompensa mínima que no es proporcional a lo que «cuesta» obtenerla, es decir, a cambio de ser funcional a la dominación justificándola y reproduciéndola.

Las recompensas aparentemente significativas que le hacen creer la persona en cuestión que el sistema le está colocando a la cabeza de la pirámide social, pueden ser de tipo  económico (aunque no se limitan a ello) Por ejemplo, un ascenso laboral o un aumento salarial, aun cuando esta recompensa no sea suficiente para mejorar su calidad de vida.

Sin duda una de las recompensas más valiosas es ser reconocide y considerade parte de la sociedad.Se premia a quienes cumplen con  características deseables y esperadas, características consideradas ‘’normales» que facilitan la integración de las personas a las estructuras de opresión. Entonces pareciera que asumirte como parte de una sociedad, o más bien para que la sociedad te considere parte de ella,  significa que debes ser una persona normativa, tener un comportamiento normativo y dar un trato normativo. Por otro lado, podríamos decir que el sistema de opresión se encarga de marginar a la persona no normativa, a la persona que responde a lo que se espera de ella. Así entonces no sólo no obtiene un beneficio residual, sino que encima recibe un castigo, es oprimide por ello y pasa a formar parte del grupo dominado.

Por ejemplo, la heteronormatividad dicta que lo deseable y lo más común es que la orientación sexoafectiva de las personas sea heteroexual, y su recompensa residual, o recompensas, abarcan desde la representación mediática, hasta la unión en matrimonio,  la posibilidad de adoptar, etc. Pero no sólo eso, también existe la idea de que ser heterosexual es un elemento vital para tener una vida tradicionalmente feliz, porque popularmente se cree que ‘’sólo las personas heterosexuales pueden formar una familia, tener hijes y finalmente realizarse como personas’’. La heterosexualidad se vuelve  una de las primeras aspiraciones para la felicidad. En consecuencia, cualquier orientación sexoafectiva que no sea heterosexual es automáticamente indeseada e incluso muchas veces vista como una desviación, una anormalidad y por mucho tiempo también visto como una enfermedad.

A ello se suma la construcción de una narrativa social, es decir una imagen que se construye desde fuera y no por la propia comunidad, en la que las personas de diversas orientaciones sexoafectivas no heterosexuales  -gays, lesbianas, bisexuales, pansexuales, etc.- tendrán una vida triste, serán marginades, o transmisores de infecciones de transmisión sexual, no podrán formar una familia »de verdad», no tendrán trabajo, etc.

Las normatividades nos moldean desde que nacemos y al ser algo tan cotidiano, suele ser complicado comprender y reconocer  que de hecho la diversidad humana es lo natural y no existe una sola forma ‘’correcta’’ o ‘’normal’’ de ser, de habitar el mundo y vivir en sociedad.

Explorando la cisnorma.

La cisnormatividad o cisnorma dicta que lo deseable y lo normal es que te identifiques con el género que te imponen al nacer de acuerdo a la apariencia de tus genitales externos. Que si tienes vulva te moldees como mujer y si tienes pene te moldees como hombre. La recompensa residual de ser una persona cisgénero es que tu identidad de género sea reconocida por el Estado y que la sociedad te reconozca como hombre o como mujer. Esto podría ayudarnos a entender en gran medida por qué históricamente a las personas trans les toma tanto tiempo reconocerse como tal y luego que su identidad de género sea reconocida en lo social y en lo jurídico.

Incluso en un contexto donde la sociedad ‘’ya acepta a las personas trans’’ y donde existe un marco jurídico que reconoce su identidad, el cissexismo también se hace presente. Y es que si la cisnorma ya dictaba desde un principio que las categorías hombre y mujer se imponen acorde a los carácteres sexuales externos, se genera la misma expectativa en las corporalidades trans. Se exige que su cuerpo cumpla con las expectativas creadas por personas cisgénero acerca de cómo debería de ser y cómo debería de verse una persona trans.

El convencimiento hacia las personas trans para participar en la cisnorma  sucede cuando la recompensa residual de ‘’pasar como cis’’ (cispassing), ‘’verte cis’’ o de que ‘’no se te note lo trans’’ es que su identidad sea reconocida, que su nombre y pronombres sean respetados. Básicamente, que la sociedad te considere parte de ella.

Con frecuencia esto genera que las personas trans generen un rechazo hacia su propio cuerpo, creyendo que tienen errores por corregir surge  la necesidad de modificar su cuerpo para que este responda a los requisitos que la sociedad impone para validar la identidad de género.

La medicina, principalmente la psiquiatría, ha contribuido a lo anterior construyendo y popularizando la falsa narrativa de que las personas trans viven en el cuerpo equivocado, que su identidad es una enfermedad  que por ende necesita ‘’curarse’’ por medio de terapia de reemplazo de hormonas o intervenciones médico-quirúrgicas, así el objetivo final es que el aspecto del cuerpo responda a lo que se concibe como hombres y mujeres.

La incomodidad y rechazo al propio cuerpo no existiría si la sociedad dejara de recordarnos que nuestra dignidad y respeto, así como el reconocimiento de nuestra identidad, están condicionados por la lectura que otras personas hagan de nuestros cuerpos y qué tan funcionales nos somos a los sistemas de dominación.

¿Dónde quedan las personas no binarias?

Lo deseable es ser una persona cisgénero, pero si no lo eres y decidiste no reprimir tu inconformidad para adaptarte a la cisnorma, existe la posibilidad de reconocerte y que te reconozcan como persona trans, pero dicha posibilidad está limitada a ser únicamente un hombre trans o una mujer trans, mientras que toda posibilidad de reconocerte fuera de las categorías hombre-mujer queda descartada.

Esto sucede porque es más complejo ejercer control sobre las personas cuya identidad de género no se ajusta a las categorías binarias hombre-mujer, las exigencias corporales no son claras, ¿qué exigencias se le hacen al cuerpo para poder controlarlo a través del condicionamiento del reconocimiento de su identidad?

Porque si no hay ningún requisito fisiológico para enunciarse no binarie y tampoco hay una forma de verse ‘’no binarie’’, ¿cómo se pretende ejercer control sobre identidades que no entran en las categorías tradicionales de dominio?

Una forma es negando de plano esas identidades, pero en otros casos se exige una expresión de género andrógina. Sin embargo, incluso tener  una apariencia «neutra» no es suficiente para poder gozar del reconocimiento legal y social de las identidades no binarias. Porque no es lo mismo que debido a una apariencia »neutra» la gente no logre asumir tu género, a que de hecho te lea y te conciba como una persona no binaria.

Reflexiones finales sobre la cisnorma y el cissexismo.

Como veíamos al inicio, las normativas son dinámicas que moldean personas para integrarlas en diversos sistemas de opresión, pero entonces, ¿qué sistema de opresión necesitan la hetero-cis-norma para lograr la dominación?

Si pensaron en el sexismo o sexismos, están en lo correcto. Hoy sólo abordaré dos; el binarismo de género y el cissexismo.

El binarismo de género ‘’es la construcción social de las identidades de género como un binomio entre hombre y mujer, sin consideración de otras identidades sexuales y de género. Se niegan características sexuales fluidas como la intersexualidad o diversas expresiones e identidades de género […]. El binarismo de género se refuerza cuando las identidades de género se polarizan entre lo cisgénero y lo trans, sin contemplar las zonas grises.’’ (Alquimia Intercultural, 2017)

Por otro lado, el cis-sexismo atraviesa los cuerpos, jerarquizándolos en función de su identidad y expresión de género, dando como resultado que unas vidas sean consideradas más valiosas que otras.

En este sentido, el cis-sexismo prioriza las vidas y las experiencias de personas cis por sobre las vidas y experiencias de las personas trans al mismo tiempo se exije que estas últimas justifiquen su existencia, que manejen conceptos técnicos, académicos o lenguaje científico para describir su experiencia, se espera una actitud pedagógica de su parte hacia las personas cisgénero; enseñarles, responder dudas, explicarles conceptos… ¿a las personas cis se les pide justificar su identidad de género y su existencia de la misma manera?

Para que el binarismo de género funcione, se necesita una cisnorma que no sólo nos moldee como personas cis, sino que nos enseñe a desear personas cis en lo social, en lo erótico, en lo afectivo… además, estas expectativas binarias del cuerpo y de las personas acorde a su identidad de género también afecta a personas intersexuales o con otro tipo de variaciones genéticas cuya manifestación en la fisiología rompe con el mito de que los cuerpos de personas cisgénero también son binarios, por ejemplo, existen hombres cisgénero con senos o falta de vello y mujeres cisgénero con barba, sólo por mencionar algunos ejemplos.

El poder nombrar la manera en que la dominación se articula en sistemas de opresión y normatividades no significa que de hecho en la realidad cotidiana podamos observar cada concepto de manera independiente. En la vida real todos estos fenómenos y dinámicas sociales operan de maneras más complejas; son simultáneas, interdependientes y se diversifican acorde al contexto cultural, además están en constante transformación adaptándose al tiempo y la historia.

Se nombran las formas de dominación a la par que las vamos descubriendo, eso permite reconocerlas e investigar cómo se construyen y transformarlas. Existen normatividades que aún no son nombradas o cuya resistencia sigue sin ser reconocida, sin embargo hay que recordar que eso no las hace menos  reales.

Finalmente, esta reflexión puede ayudarnos a repensar la lectura que hacemos de los cuerpos, cómo esa lectura atraviesa a las personas -sean cis o trans- y las integra a los sistemas de opresión, al mismo tiempo resulta indispensable transformar las expectativas que nos enseñaron a depositar sobre las personas trans, de esta forma será más sencillo aprender a acompañar sus decisiones y proyectos de vida libres de coerción y violencia.

Referencias: Alquimia Intercultural. (2019). Dossier de opresiones y  normatividades. Documento colectivo de trabajo alquímico y del movimiento Sin Odio.