Para mi sobrino Jaime.
Cuando era niño me gustaba tener el pelo largo, jugar a la Mujer Maravilla, recrear bodas entre mis muñecos de acción, en lugar de sostener guerras intergalácticas. Mi pobre hermano tenía que ceder a esto y después ya yo jugaba siguiendo el guión que él quisiera. De hecho, durante algún tiempo me gustaba identificarme como niña y le pedía a mis amiguitos que no lo contaran. Esta etapa después desapareció y me empecé a sentir feliz y cómodo identificándome como niño.
Creo que por esa razón mis padres me llevaron a un psicólogo, quien me mandó a casa sin mayores recomendaciones. Por esas épocas, y todavía hoy, se conocía esto como disforia de género, es decir cuando alguien no se identifica con el sexo biológico asignado o impuesto al nacer. Generalmente muchos psicólogos y psiquiatras coinciden en que es muy común que niñas y niños presenten periodos de exploración de su identidad de género y que en la mayoría de los casos terminen siendo pasajeros. ¿Pero y qué pasa cuando no? ¿Qué ocurre cuando una niña manifiesta no sentirse identificada con su género a los 6, a los 9 y a los 12 años?
Preguntas y situaciones así son cada vez más comunes. Ya sea porque en las series de televisión cada vez hay más personales con identidades de género distintas a la impuesta, o personas trans, como en la popular Casa de las Flores, o porque en las redes sociales hay múltiples personales que documentan sus transiciones en YouTube, Facebook o en sus cuentas de Twitter o Instagram. Las identidades trans hoy son sujetas de estudio en la academia y sujetas de debate legislativo en varios países.
La Ciudad de México tiene desde el 2008 una ley que permite modificar el acta de nacimiento para adecuarla al nombre y género que una persona mayor de 18 años decida. En 2014 se realizó una reforma para que el trámite fuera sin la necesidad de un peritaje externo, ya que éste no reconocía la autopercepción de la identidad de género y por lo tanto iba en contra del principio de libre desarrollo de la personalidad, entre otros. Sin embargo, esa ley dejaba fuera a menores de 18 años y para sus casos se ofrece aún un juicio familiar que puede ser costoso, largo y denigrante para la o el menor que quiera el reconocimiento de su identidad.
El activismo de madres de personas trans, como el de Tania Morales, y el de muchas otras más organizaciones similares, así como el del activismo trans y feminista han puesto sobre la mesa la posibilidad de que la CDMX ahora reconozca la existencia de las niñas, niños y adolescentes trans.
Tania y su hijo han sido fundamentales para redactar y empujar esta iniciativa que nació en febrero pasado en el Primer Parlamento de Mujeres de la CDMX y que tiene el respaldo de varias organizaciones y legisladoras como Paula Soto, entre otras.
La iniciativa solamente habla del cambio en el Registro Civil, no dice nada sobre terapia hormonal y, por ello, al igual que ocurre con el matrimonio, que puede ser disuelto mediante divorcio, el acta de nacimiento puede ser modificada en cualquier momento si la persona menor de edad cambia de parecer.
Reconocer la identidad de género de una persona es un derecho fundamental. El acta de nacimiento es una llave que abre la posibilidad de tener un pasaporte, acceso a la salud, un título escolar, entre otras cosas. La identidad de género es distinta de la orientación sexual y por ello esta iniciativa tampoco busca imponer una orientación sexual o deseo sexual en nadie. Es solo proteger la identidad de las y los menores de edad que buscan ser tratadas y tratados con dignidad y respeto.
Familias como la de Tania y su hijo existen en México y en todo el mundo. Las niñas, niños y adolescentes trans tienen derecho a existir, a vivir y a estudiar en ambientes libres de acoso y discriminación. Reconocer su derecho a la identidad es pensar en su bien superior y proteger jurídicamente a todas las personas. Si realmente hay una 4ª transformación del país ésta incluye el reconocimiento de la identidad de género para todas las personas.
Genaro Lozano
Fuente: Periódico Reforma.
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